La musica y yo

La musica y yo

Andrea Bocelli, Mozart.

La primera vez que lo escuche, fue en mis Discman Coby, lo recuerdo muy bien, era la canción 2 del disco, la canción de Vivo Por Ella, y iba camino a casa desde Plaza del Sol . En ese entonces estaba yo en la secundaria.

Lo recuerdo bien, por que fue una de las cosas mas emotivas que vivi hasta entonces, No recuerdo cuantas veces puse esa canción a todo volumen, en mis audífonos, en mi radio, hasta que mis papás o hermanos me hacían bajarle a mi escandalo.

Solo Dios sabe cuantas veces mi corazón se emociono, al escucharlo cantar, esa canción, y tantas otras, sus canciones mas conocidas y unas que no tanto. Incluso su version de Perfect, con Ed Sheran, ya perdi la cuenta de las veces que comparti ese video.

Pasaron mas de 20 años, y 3 conciertos en la ciudad para que yo pudiera verlo en vivo, como quise desde niño, como lo soñaba desde entonces… llrgue a intentar ganarme los boletos por la radio, por que no había otra manera de poder asistir, (siempre que venia yo me quedaba como la imagen de la caricatura que esta con su billete de 20 en la mano)…

Hasta el dia de ayer, que el sueño se volvió realidad, y pude estar ahi y escucharlo en vivo, tan cerca como siempre lo quise…

No podria describir con palabras los sentimientos y emociones de este concierto, por eso preferí escribir el contexto de la vida que tuve que pasar, antes de este esta noche, y asi entender no solo mi emoción, si no ese algo mas que vivi ayer

Otro Sueño Cumplido, que fue real, pero se sintió como si no lo fuera…

Hace muchas vidas, en una colonia muy cercana, había un niño que compro unos casetes en cierta librería que hace muchos ayeres cerró sus puertas…

El niño compro casetes que le parecieron bonitos y elegantes, con sus pocos pesitos, de una música que en algun lugar habia leído que era buena, en la casa de aquel niño la mamá tenía una grabadora pequeña, y ahí ponía sus casetes, pero el sentía que había algo más, y a escondidas, iba y prendía el estereo en el carro de su hermano mayor, que tenía prohibido encender. Y lo hacia por que ahí había mas bocinas, mas volumen, mas música. Pero el niño sentía que había aun algo mas, algo que no entendia, pero buscaba subiendo el volumen, o moviendo todos los controles y luces de aquel estereo por las noches.

Una noche, al escuchar uno de sus casetes el niño se quedo maravillado, regreso el casete (en esos tiempos nada era instantáneo como hoy para nosotros) y volvió a escuchar aquella pieza, el niño fue a leer la tapa trasera del casete, y leyó títulos que en su mente terminaron mezclándose, como “las bodas de Réquiem de Mozart”, y el hizo una promesa para si mismo, de guardar ese nombre y ese momento mágico, esa música en su corazón.

Ese casete se perdió pronto, quizá por el descuido del niño, o quizá porque su hermano decidido castigarlo por usar su estéreo sin consentimiento, la verdad es que esa parte de la historia es desconocida, el punto es que el niño perdió ese algo, que contenía ese momento, que no volvió a repetir….

En alguna ocasión el muchacho que remplazo a aquel niño habrá preguntando a Google o a YouTube por esas “bodas de Réquiem de Mozart” pero no las encontró. Y con el tiempo el presintió que se había equivocado al guardar ese aquel nombre; y saben es curioso como funcionamos a veces los humanos, mil veces pudo ese niño, ese muchacho pudo haber terminado esa búsqueda, o intentado escuchar a Mozart hasta que encontrara de nuevo esa música, pero no lo hizo…

Hasta ayer, que aquel niño, llego corriendo a una sala maravillosa, y se sentó con un espacio vacío al lado como acostumbraba, y su corazón se reencontró con esa música, hecha concierto. Entonces se dio cuenta que había escuchado muchas veces algun fragmento, en películas, en anuncios, en mil cosas; El niño sonrió, y por supuesto no sonrió, sonrió por que ahí estaba, de nuevo, en uno de esos momentos plenos de una vida que cada vez entendía mas mágica y dejo que su corazón volviera a sentirse como en aquel viejo vochito gris, con sus bocinas Poiner. Solo que esta vez aquel niño no tuvo que mover ningún control, no tuvo que buscar que la música fuera “mas”, porque ese momento lo fue todo.

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