Nosotros no elegimos a nuestros perros, ellos nos eligen a nosotros…
Mientras escribo esto, tu estas aquí, bajo el escritorio, haciéndome compañía en mis horas de trabajo y de paso ayudándome a que mis piernas estén siempre encogidas y duelan, supongo que eso no lo sabes, porque si no, seguro elegirías otro lugar donde pasar tus ratos.
Ya paso un año de aquel día que te vi, manejaba por la carretera y te vi caminando lento, bajo el sol, no sé qué buscabas o a donde te dirigías, y yo creo que tú tampoco tú lo sabias. Estacione el carro como pude, baje y te hice un ruido para que voltearas… lo hiciste y te quedaste viendo fijamente, luego seguiste tu camino, la verdad no sabía qué hacer, pero, tome el bote de agua que tenia en el carro y te volví a hablar… esta ves te acercaste. Te ofrecí agua y tomaste y tomaste, parecía que hubieran pasado días desde tu ultimo trago de agua. La verdad al verte así, como estabas me dio un poco de miedo tenerte tan cerca, y a la vez sentí dolor por lo que debiste haber pasado para llegar a ese estado, no sabía si podía tocarte, si me ibas a morder o tratarías de huir. Pero tu simplemente terminaste de tomar, te diste media vuelta y comenzaste de nuevo a caminar, lento y en el sentido contrario (de nuevo, supongo que tu no ibas ni venias, simplemente tratabas de seguir sobreviviendo). Te volví a hablar, volteaste y me viste con una cara rara, como diciendo ¿hay algo más para mí?
Te ofrecí comida, pero ni si quiera la tocaste, al parecer era mucho para tu lastimado cuerpo, puse un lazo improvisado en tu cuello, y en cuanto sentiste que estabas amarrado, no hiciste nada, simplemente te dejaste llevar, en ese justo momento comencé a entender el corazón noble que hay en ti.
Te guie al carro y traté de cuidar un poco que no mancharas todo con el aceite que tenías encima. Te echaste ahí, en el piso del copiloto, yo comencé a manejar, te quedaste dormido instantáneamente, paso al menos media hora sin que te movieras y de repente abriste los ojos y fuiste otro, me volteaste a ver, te levantaste, te sentaste en el sillón, se te veía la emoción te movías como celebrando algo… fue la primera de muchas veces que te vi sonreír (y manchaste todo el carro de aceite de paso ).
Al llegar y después de un baño, te acostaste y dormiste horas y horas, había sido un día largo, una temporada larga más bien
Ese día comenzaste tu proceso de recuperación, de aprender todo, afortunadamente en el camino hubo y sigue habiendo mucha gente buena, la gente que ayudo a curarte, los que te veían en la calle así de raro, y después de la impresión preguntaban por ti y dejaban que sus perros convivieran contigo, y la mas importante, que fue quien te enseño a dar la Patita, y comparte la felicidad de tenerte.
En fin, has pasado ya un año a mi lado, te volviste mi perro, cambiaste de nombre por que el primero no te quedaba bien, en ese año pasaron tantas cosas que escribiríamos un libro con todas esas anécdotas, como aquella primera vez que intentaste correr, o esas noches cuando llorabas recordando no sé qué, o todas las veces que la gente pregunto si eras un lobo o un perro (incluyéndome), y tantas, tantas veces y que mostraste tu nobleza con la gente y con otros perros de formas tan distintas.
Dejare aquí unas pocas fotos, del primer día, de unos meses después y de la semana pasada. Dejo las fotos, no con el afán de hacer un espectáculo de tu sufrimiento, si no por que tu eres un claro ejemplo de como un poco de cariño lo cambia todo, y de que no importa lo que nos pase, siempre podremos continuar y seguir sonriendo.
A un año de ese día en que te cruzaste en mi vida, recuerdo esa frase que iba algo así:
“Nosotros no elegimos a nuestros perros, son ellos quienes nos eligen a nosotros”
Zar